No me importa lo que piensen o terminen de pensar en los cafés de intelectualoides o pensadores de cafetín. No tengo nada en contra de la reflexión, pero no me agrada la soberbia, la egolatría y peor aun la arrogancia.
Las calles se mojan y se vuelven a secar, el humo de la base y la marihuana se mezclan con los alardes de diversión de la “zona”. La gente va y viene, algunos con el sueño del turista local y otros con la fantasía de la re-apropiación instantánea. La cerveza es la misma, se venden los interiores de los locales, forrados de objetos aviejados y novísimas estatuas de vanguardismo.
Todos los nuevos colores por las mismas calles; se renuevan las ganas, pero el exceso y las aspiraciones de una diversión que nos lleve a una cumbre definitiva, nunca se dará. Aquí estan las listas de peticiones, membretadas para cada uno, luchando por la individualidad dentro de la generalidad.
Ayer, los bares, los prostíbulos, los moteles, las esquinas de venta, los hostales, las licorerías, estuvieron conformando un sitio de desfogue, un lugar a donde podamos escapar de la linealidad de las oficinas y los horarios, de los autos y los semáforos. Las aulas se quedan más vacías los viernes, despojadas violentamente de las presencias transformadas en entes de búsqueda mediante los antídotos propuestos en las estéticas del bar de moda. Una ingeniería revuelta entre publicidad y necesidades satisfechas, arcas de dinero con síntomas de metamorfosis. En la ciudad ayer se erigieron edificios angulosos y redondos, los nuevos dueños les cambian de nombre, de color, de tapetes, de gente, de show.
Tuve que ir con la guitarra, creo que la pasamos bien con la banda y los panas, pero aun no se me quita, ni después de esos conciertos, esa sensación efímera, festiva pero forzada.
Ayer, los bares, los prostíbulos, los moteles, las esquinas de venta, los hostales, las licorerías, estuvieron conformando un sitio de desfogue, un lugar a donde podamos escapar de la linealidad de las oficinas y los horarios, de los autos y los semáforos. Las aulas se quedan más vacías los viernes, despojadas violentamente de las presencias transformadas en entes de búsqueda mediante los antídotos propuestos en las estéticas del bar de moda. Una ingeniería revuelta entre publicidad y necesidades satisfechas, arcas de dinero con síntomas de metamorfosis. En la ciudad ayer se erigieron edificios angulosos y redondos, los nuevos dueños les cambian de nombre, de color, de tapetes, de gente, de show.
Tuve que ir con la guitarra, creo que la pasamos bien con la banda y los panas, pero aun no se me quita, ni después de esos conciertos, esa sensación efímera, festiva pero forzada.